Verinotio - Revista on-line de Filosofia e Ciências Humanas. ISSN 1981-061X. ano XV. jan./jun. 2020. v. 26. n. 1
María Belén Castano
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hombre occidental de antaño. También, destaca la relevancia de la actitud de
protesta que revelan las utopías abstractas al orden establecido y que
manifiestan una tensión que implica una ruptura hacia un mundo distinto del
presente (1986, pp. 242ss). Son cinco los grupos de las utopías del pasado que
Bloch investiga en su análisis histórico que se enfoca en las ilusiones de la
salud, de una sociedad sin miseria y en los milagros de la técnica: las utopías
médicas [die ärtzlichen Utopien]; las utopías sociales [Sozialutopien]; las
utopías técnicas [technische Utopien]; las utopías arquitectónicas
[architektonische Utopien] y las utopías geográficas [geographische Utopien].
En su estudio, Bloch se detiene también en las utopías contemporáneas a su
época: el movimiento juvenil [Jugendbewegung]; el movimiento feminista
[Frauenbewegung] y el movimiento judío, conocido con el nombre de
sionismo (1986, p. 271). Con respecto a las mujeres, Bloch rastrea el origen del
movimiento feminista a fines del siglo XIX a partir de la utopía forjada por ese
grupo basada en las ansias de reivindicación de la mujer, recluida en la casa,
con la obligación de servir y agradar, reducida a la pasividad, que sueña con
una mujer nueva, libre de toda enajenación y discriminación (BLOCH, 2006,
p. 163).
La mujer está abajo: desde hace tiempo está organizada para ello. La
mujer está siempre a mano, siempre presta a ser utilizada; es la más
débil y siempre está atada a la casa. En la vida de la mujer se hallan
estrechamente unidos el servir y la obligación de agradar, porque el
hecho de agradar hace también estar al servicio. La joven tenía que
ser sustentada por el matrimonio, y así tenía que permanecer a la
espera, tenía que aguardar al marido. (BLOCH, 2006, p. 163)
El planteo de Bloch incluye un reconocimiento de los avances que se
emprenden a principios del siglo XX, por parte de mujeres, cuyos sueños -de
no ser oprimidas- considera sugestivos y actuales (BLOCH, 2006, p. 163). Sin
embargo, critica las limitaciones de dichas conquistas en la sociedad
capitalista, al considerar que el capital, al darle un lugar a las profesiones de la
mujer, había estado interesado en eliminar todo lo que sonara a libertad y a
verdadera emancipación socialista:
la joven burguesa se hizo responsable de ganarse el sustento, pero
ello la hizo independiente solo en apariencia. En lugar del derecho
al amor libremente escogido, en lugar de la vida libre, lo que vino fue
la monotonía de la oficina y, además, en la mayoría de los casos, en
una posición subordinada (BLOCH, 2006, p. 164).
Más aún, Bloch subraya cómo la inserción laboral de la mujer se había
articulado en puestos mal pagos, para una subalternidad voluntaria, al compás
de una objetivación capitalista que había premiado una innegable sobriedad
de la mujer (BLOCH, 2006, p. 167). Y sostiene que “el movimiento feminista
es suficiente para crear una utopía parcial, tal como la ha creado ya en las
utopías generales precedentes” y considera que “este elemento propuesto y